Más de un millón de venezolanos han ingresado a territorio peruano buscando una mejor calidad de vida. La inflación, la inseguridad y la corrupción, producto de una dictadura comunista han hecho del país petrolero un remedo de lo que fue hace 20 años. Cinco venezolanos que viven en el Perú te lo cuentan.
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“¿Si mi familia sabe que en Perú me dedico a limpiar oficinas? No, no lo saben”, dice Gabriel Costanzo, un abogado con 24 años de trayectoria, que se desempeñó como profesor universitario y juez para el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela.
Alguna vez perteneció a la clase media venezolana. Su hermano y su padre eran importadores de repuestos de autos y hasta los noventa gozaban de una vida sin urgencias. “Salía al cine con la familia, viajaba mucho por el país”, recuerda.
“¿Qué anda mal en educación? Primero, la infraestructura de la universidad, se meten los ladrones y han ido desvalijando. Segundo, mucho de los profesores se fueron del país. Tercero, la educación, las condiciones, la investigación, los equipos, todo ha ido en retroceso, se ha quedado estancado 20 años”, dice la doctora Andrea García, quien en Perú ha logrado insertarse al mercado laboral y hoy ejerce su profesión en la Villa Panamericana, atendiendo a pacientes contagiados con coronavirus.
Allá, recuerda, la profesión de médico se fue precarizando. Si antes un estudiante que realizaba su servicio rural de salud, al finalizar el año podía comprarse un auto o pagar la primera cuota del departamento, ahora las nuevas generaciones ven aquello como una quimera, debido a los sueldos bajos y la inflación.
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El licenciado en administración, Oswaldo Ydrogo, aún conserva su polera roja de la cara marca Tommy Hilfiger como un vestigio de aquella vida exitosa que tuvo en Venezuela.
La prenda la compró en un viaje de vacaciones a Ecuador, en tiempos en que un profesional venezolano podía darse ciertos gustos, como vacacionar en el extranjero o comprarse ropa de marca.
Su trabajo en la industria petrolera de su país le permitía esos caprichos. Manejaba una camioneta Toyota y tenía una casa amplia, con cuatro habitaciones y dos baños, en el Estado de Monagas, ciudad de Maturín.
Créditos
EDITOR / Marcos Peralta.
DESARROLLO / Gruñón. EDICIÓN DE FOTOGRAFÍA / Estornudo.
INFOGRAFÍA / Sabio. ILUSTRACION / Tontín.
EDITOR DE PROYECTOS VISUALES / Blanca Nieves